¿Puedo desvincularme del resto del mundo y decir que todo el mundo debería llevar una vida en la que nunca tuviera nada que ocultar a nadie?
¿Tenemos derecho a exigir que todos los ciudadanos no tengan nada que ocultar bajo ninguna circunstancia?
Porque permitir que se desarrolle una sociedad en la que nada pueda realmente mantenerse en secreto es imponer esta transparencia a todos, para siempre y con independencia de los gobiernos que puedan sucederse.
Si se prohíben los sistemas de encriptación fuertes, o si seguimos utilizando las herramientas de los gigantes informáticos, entraremos en una sociedad de vigilancia generalizada, que ya ha empezado a producirse. Así que no sólo los estados, sino también las empresas privadas participarán en esta vigilancia. Los gigantes de la recopilación de información sobre nuestra vida cotidiana la recogerán y la venderán. Ya pueden hacerlo, ya lo hacen de forma más o menos directa; es un sector muy "prometedor".
Al renunciar a mi intimidad, al respeto de mi intimidad digital, renuncio también a la intimidad de todo el mundo, ya sea en posiciones de responsabilidad y poder, o por el contrario en una posición de debilidad. De hecho, prohíbo a todo el mundo cualquier “originalidad” y cualquier momento de debilidad “culpable” que pueda someterles a chantaje o reivindicación popular.
La obtención de una “ficha detallada” sobre la persona elegida se convertirá en algo “habitual”.
Una multinacional podrá seguir chantajeando a un juez o a un político de su elección, silenciar a un testigo o a un periodista.
Un grupo extremista puede desquitarse con un grupo de su elección, eliminando uno a uno a los “impuros” del momento.
A un departamento de RRHH le puede resultar más rentable chantajear a un ejecutivo jubilado o a una señora de la limpieza que pagar una indemnización por despido...